martes, 11 de noviembre de 2014

MIS DIFERENCIAS Y SUS NORMALIDADES


 Siempre le había producido un sentimiento extraño pero especial a la vez, para Elisa sus mentes eran todo un misterio, tan increíblemente sencillas como complejas, tan básicas como sabias, tan llenos de ternura como impacíbles a una caricia, realmente nunca se quedaba indiferente ante su sencilla normalidad o sus diferencias tan diferentes a los demás.
Quizás el resto del mundo vieran de forma distinta a todas esas personas, pero a ella les fascinaban en cierto modo, no sabría como explicarlo pero así era.
Tenía especial interés en  un caso en particular, se trataba de un joven al que conocía desde hacía algunos años, bueno realmente desde que comenzó a trabajar en aquel centro de educación especial. Desde su llegada ese joven le había impresionado; él estaba en la puerta de entrada cuando ella llego  en su primer día de trabajo a ese lugar, la miraba desde lo alto de las escaleras de entrada y no dejo de mirarla en ningún momento y cuando Elisa estuvo a la misma altura de él, esté le dijo:
- Se quien eres tú y tú sabrás quien soy yo.-le dijo aquel muchacho de ojos verdes oscuros.
En ese instante Elisa sintió una extraña sensación que recorrió todo su cuerpo, no se trataba de nada desagradable todo lo contrario, pero era algo que jamás había sentido en toda su vida.
A lo largo de sus casi ocho años de trabajo con tantísimas personas de edades diferentes, desde pequeños de cinco años hasta mayores de sesenta años, había aprendido muchísimo de cada uno ellos y sobre todo, aquellas personas le habían echo enriquecerse interiormente, tanto que a veces se sorprendía ella misma de su manera de ver las cosas cotidianas, la vida y hasta la muerte.
En varias ocasiones tuvo conversaciones bastantes intrigantes con Martín, aquel joven de la puerta de entrada, a veces lo veía sentado a solas en un banco del jardín y Elisa se solía acercar para hablar con él.
Una de aquellas tardes donde ya el invierno empezaba a dormirse en su frío sueño y comenzaba a desperezarse ante la luz del sol la aletargada y soñolienta primavera, Elisa bajo a sentarse con Martín, deseaba hablar un rato con él.

-¡ Hola, Martín !, ¿ qué haces tan solo?.- le preguntó Elisa.
_ No estoy solo.- contestó Martín.
- ¿ Ah, no, y con quien estas?.- le volvió a preguntar Elisa.
- Estoy contigo.- le dijo.
A veces parecía tener la mente más aguda y sagaz de lo que Elisa podía pensar; Martín era una de las personas más enigmáticas que conocía, tenía periodos de tiempo en los que no hablaba con nadie y parecía no importarle nada de lo que ocurría a su alrededor, como tan pronto estaba tan comunicativo que sorprendía incluso por su sociabilidad. Aquella tarde era una de esas en las que él estaba dispuesto a conversar de lo que quisieras, Elisa decidió aprovechar la ocasión.
- Bueno, veo que hoy te encuentras de muy buen humor, puedo hacerte una pregunta Martín.- le dijo ella.
- Si puedes.- contestó él.
- Martín, me gustaría saber una cosa, he observado que a veces no duermes bien, también que hay momentos que dejas de hablar con todo el mundo y que de repente puedes hablar y hablar con cualquiera sin más; ¿ porqué?. - le preguntó Elisa.
El pareció no haberla escuchado pues se quedo mirando fijamente hacia la fuente decorativa que había en aquel jardín, pero al cabo de unos minutos dijo:
- Nada sabes de mis sueños, nada sabes de mis momentos de silencio, nada sabes sobre mí. - le contestó.
Era cierto, después de conocerlo durante tanto tiempo realmente no sabía como era en realidad; si se paraba a pensar en ello tenía razón no lo conocía.
- Es verdad, pensándolo bien eres un desconocido aunque te conozca desde hace ocho años, por ese motivo quisiera saber algo más de ti si es posible, me gustaría que me contaras algo sobre lo que sientes y piensas.- le dijo Elisa.
Martín se volvió hacia ella y la miró fijamente, penetrando con sus ojos verdes los ojos de Elisa y entonces contestó:
- Soy un hombre lleno de cosas y vacío a la vez, mi mente a veces se encuentra lucida y otras sin embargo es como la de un bebe que nada conoce, que nada sabe, que depende de los demás, sólo quiero que el destino me acepte pues el hizo que yo fuera así.- dijo sin más.
- ¿Porqué, hay momentos que guardas un largo silencio?-preguntó             Elisa.
- Simplemente no tengo nada que decir.- contestó.
- ¿Porqué duermes tan poco?.- volvió a preguntar ella.
- Los que son como yo dormimos poco, además tenemos sueños muy extraños.- contestó Martín.
- Quiero que sepas una cosa de todos los que somos así, algunos tienen la mente de un bebé, otros no pueden expresar lo que sienten, algunos están perdidos en su propio interior, hay quienes parecen locos pero en realidad son sabios atrapados en la cárcel de su propia sabiduría, y los que simplemente tenemos momentos de una lucidez ilógica para volver a caer en los sótanos de la más sórdida oscuridad. Pero todos nosotros somos almas valientes que nos enfrentamos a está vida como vosotros, con nuestras limitaciones como vosotros y que sólo queremos ser felices y que nos quieran como vosotros; así que dime mi querida Elisa, ¿dónde está la diferencia entre vosotros y nosotros?, todos y cada ser humano somos mundos diferentes, por eso te preguntó, ¿piensas en serio que puedes ayudarme o puede que sea yo quien te ayude a ti?.-y a partir de ahí Martín volvió a guardar silencio.
Elisa, no supo que decir, se quedó perpleja y sin dejar de mirar a Martín vio como esté se levantaba del banco, comenzó a caminar y desapareció en el jardín.
A la mañana siguiente repuesta un poco de su conversación de la tarde anterior, preguntó por Martín a la supervisora, está le dijo que esa misma noche aquel joven murió y que le encontraron una especie de nota entre sus manos que iba dirigida a ella; en aquel papel se podía leer:
Sé quien eres tu y tu sabes quien soy yo, cada uno de nosotros formamos parte del otro, somos un todo, por eso nunca olvides que los que crees que somos menos que vosotros, os sorprendan siendo iguales.
     








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