miércoles, 5 de noviembre de 2014

NO MIRES ATRAS



Tenía que prepararse para algo que no estaba preparada, como afrontar algo así, que fácil sería que no existiera el dolor, ni la angustia, ni la desesperanza, ni el miedo; donde todo el mundo viviera tranquilamente sin temer nada de nada. Sin embargo no es así, la realidad es otra y la vida no perdona el paso del tiempo.
No sabía si ser valiente era no tener miedo o por el contrario era estar aterrorizada y ante ese terror se lanzaba al vacío sin esperar nada y sin pensar demasiado en las consecuencias que puede traer el valor o el miedo que te empujaba a hacer cosas a veces irracionales, tal vez la armadura del miedo sea el valor, ¿quién sabe?.
Sólo tenía una cosa muy clara, ni era valiente y su miedo con toda seguridad superaba con creces al de muchas otras personas. Tan sólo el echo de pensarlo, de imaginarlo, hacía que todo su ser se estremeciera por completo. Quizás todo aquello debería tomárselo con más naturalidad y tranquilidad, pues al fin y al cabo era ley de vida y a ella también le llegaría su momento, era algo sin remedio e inevitable.
Todo aquello lo comprendía, era consciente, trataba de convencerse que no era la única persona de esté mundo que sufría, como ella había millones de personas, pero eso no la consolaba y le costaba lo indecible aceptarlo.
Nunca había sido una persona serena sino todo lo contrario, era bastante nerviosa e impulsiva, pero sobretodo se consideraba cobarde.
Ya había pasado por esos momentos tan temidos, pero jamás sería capaz de aceptar la perdida de alguien para siempre, el supuesto adiós definitivo no cabía ni en su corazón, ni en su mente; su cabeza era como el mar cuando está enfurecido, todo era oscuro, tormentoso, lleno de temor, todo parecía que iba a estallar de pronto dentro de ella, todas aquellas sensaciones no la dejaban ni tan siquiera respirar.
Sentada en aquella habitación de hospital, en la oscuridad de la noche, rodeada de la desolación que existe entre tanta enfermedad y dolor, pensaba, a lo largo de nuestras vidas nos van educando cómo debemos comportarnos, vamos al colegio a que nos enseñen a leer correctamente, a escribir sin faltas de ortografía, a estudiar matemáticas y un montón de cosas más, nos dan lecciones de casi todo menos de la mismísima vida, nadie se ocupa de enseñarnos como aceptar el fracaso, cómo superar el desamor, como asimilar los desengaños que el destino nos guarda, como enfrentarse a la mentira, a la injusticia, a la maldad, no te enseñan como esquivar al engaño, la traición, todo lo debes de ir aprendiendo tu a base de golpes, pero el peor de los golpes que la vida te da es el que nadie absolutamente nadie te puede, ni sabe como hacer para prepararte a ese momento tan duro, tan cruel y tan inevitable, el despedirse de aquellas personas que la vida ya no le puede ofrecer más oportunidades y que ya su tiempo se acaba aquí en esté lugar, que mejor o peor han dedicado durante un suspiró.

Si, eso creía, la vida es un suspiró, para algunos más largo que para otros, se decía a ella misma que triste era pensar en todo aquello pero no lo podía evitar. Si al menos supiese como prepararse para aquel terrible suceso que la realidad le ponía delante, si pudiese serenarse y saber afrontar aquel echo de una manera más natural, pero le resultaba imposible.
Era demasiado doloroso pensar en todo aquello, las lágrimas salían de sus ojos sin tan siquiera darse cuenta, un gran nudo invadía su garganta, sentía como su corazón se encogía de dolor y su mente parecía rozar el borde de la locura, se sentía tan impotente, su mayor deseo en aquel momento era poder tener el don de curar a todas y cada una de las personas que estaban enfermas o a punto de morir, de hacer desaparecer todo dolor, todo mal, toda enfermedad, terminar con el definitivo final.
De vuelta a la realidad, dejaba su sueño imposible aparcado y de nuevo volvía a llorar y a desesperarse, ¿qué hacer?; se preguntaba, y sólo había una respuesta para aquella pregunta, no puedes hacer nada de nada, de nuevo vuelve a ganar ella.
Todos evitamos hablar o pensar en ella, sin embargo a veces se encuentra más cerca de lo que creemos, en aquel momento estaba tan cercana que hasta se le podía oír respirar si es que tiene aliento.
Decidió levantarse de aquel horrible sillón que le estaba torturando sus espaldas, porque seamos realistas los asientos de los hospitales están hechos para incomodar aun más al pobre enfermo o al familiar de turno.
Salió al pasillo y comprobó que todo estaba en silencio, tan solo se escuchaba el sonido de aquellos desagradables pitidos de algunas máquinas que vigilaban los ritmos de algunos enfermos, también los quejidos conscientes o inconscientes de personas que estaban realmente mal. Las luces estaban apagadas y entre el típico olor de hospital se podía apreciar un tenue olor a café recién hecho.
Que absurdo era todo pensó en ese instante, mientras había personas que luchaban con todas sus fuerzas por salir adelante, por salvar sus vidas, por robarle un segundo más a la vida, otras se dedicaban a vivir sin más y ella se dedicaba a mirar hacia un lado y otro sin saber muy bien en cual de los lados se encontraba, quizás ahora no se encontrase en ninguno, sino en medio de dos dimensiones tan reales como el sufrimiento que estaba sintiendo.
Apoyada en la pared de aquel pasillo y mirando al suelo se le escapo un suspiro, ¿por qué?, se volvió a preguntar, pregunta absurda, pero su mente ya no podía más; en ese preciso momento sólo tuvo un deseo, un pensamiento y gritando desde su interior en silencio dijo:

- Llévame a mí, me ofrezco y me cambio en su lugar, se valiente y hazlo, no tengas miedo de hacerlo pues yo no lo tengo, vamos no te eches atrás y al igual que cumples tu misión llevándote a las personas que debes, ten coraje y por una vez cambia de idea y otórgame lo que te pido.

De pronto un ensordecedor silencio invadió su cabeza, sus lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas y algo o alguien susurró en su oído:

- No puede acceder a tu deseo, no es tu hora, sé que tu dolor es inmenso pero pasara, sólo debes recordar no olvides a los que se van, pues aun están; tu momento te llegara, te lo promete el ángel de la muerte.  

 
 

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